domingo, 6 de noviembre de 2011

Carlos III ..el hechizado

A finales el siglo XVII, la inmensa Monarquía Hispánica estaba gobernada por Carlos II, un enfermo crónico como consecuencia de la consanguinidad que había sido la política constante de su familia durante generaciones. En las cortes de Europa, muchos esperaban su final con ansiedad, pues el monarca no tenía descendientes directos, por ello todos se preparaban para lanzarse sobre una monarquía que parecía a punto de extinguirse.
(Carlos II, el hechizado por Claudio Coello, 1685. Aparece el Rey de rodillas adorando la Sagrada Forma en el Monasterio de El Escorial. Recomiendo pinchar sobre la imagen para verla en detalle)

Por aquel entonces, todavía se conservaban practicamente intactos todos los inmensos territorios que se habían ido acumulando desde los Reyes Católicos y que habían ampliado los sucesivos descendientes de la Casa de Austria, por ello, la descendencia de Carlos II era un tema del que dependía la continuidad del imperio, aunque éste ya mostraba evidentes signos de debilidad. Por ello la principal obsesión de la Corte de Madrid era garantizar el futuro de la dinastía. No se hicieron pocos esfuerzos para conseguirlo, tras el primer matrimonio que terminó con la muerte de su esposa María Luisa de Orleans, contrajo de nuevo esponsales con Mariana de Neoburgo, hija del elector del Palatinado.

Consciente su nueva esposa de que su valía y continuidad dependían de darle un heredero al rey de España, Mariana se sometió a todo tipo de tratamientos de fertilidad que pasaron desde las procesiones, las sangrías, las purgas y la ingesta de distintos brebajes que terminarían por minar también su salud. Nada sirvió para lograr el cometido, ni siquiera sus once simulados embarazos y sus simulados abortos, pronto se corrió la voz en la corte de la esterilidad de la reina y por si fuera poco su falta de docilidad le granjeó la enemistad de la madre del rey Mariana de Austria.Uno de los enfrentamientos entre ambas Marianas vino por el nombramiento de un gobernador en los Países Bajos. La reina consorte tenía en mente a su hermano Juan Guillermo y la reina madre sin embargo apostaba por el marido de su nieta María Antonia: Maximiliano Manuel, elector de Babiera. La pugna entre ambas se dirimió finalmente en favor de éste último y por tanto la reina madre se salió con la suya, Maximiliano Manuel fue finalmente nombrado por Carlos II gobernador de aquellos estados por real decreto de 26 de diciembre de 1691.

El plan de la reina madre estaba claro, quería que Maximiliano Manuel fuera una extensión de su voluntad en los Países Bajos y que abriera el camino para el príncipe José Fernando, hijo de Maximiliano Manuel y de su nieta María Antonia, nacido en Viena el 28 de octubre de 1692, bisnieto del rey Felipe IV de España y de la reina doña Mariana de Austria, y sobrino nieto del rey Carlos II de España. Sería por tanto José Fernando de Baviera el heredero de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica desde 1696, por testamento del rey Carlos II de España, hasta su muerte en 1699. José Fernando fue considerado por Mariana de Austria como el heredero directo de la Monarquía Hispánica pues estaba convencida de que su hijo nunca podría concebir.

Finalmente se cumplieron sus deseos y el 16 de mayo de 1696, en Madrid, moría la Reina Madre de un cáncer de pecho. Su triunfo póstumo fue el testamento que suscribió su hijo Carlos II en septiembre de 1696 decretando heredero universal de la Monarquía a su sobrino nieto José Fernando de Baviera.
En 1697 llegó el embajador francés a España (una vez concluida la guerra entre España y Francia en 1689) era el Marqués de Harcourt que movió sus hilos para ganar adeptos para la causa francesa, como el poderoso Cardenal Portocarrero.

Así en el complicado tablero de aspirantes teníamos por una parte a José Fernando de Baviera designado sucesor en el testamento de Carlos II por influencia de Mariana de Austria. Por otra parte el emperador Leopolpo I que quería imponer como heredero en España a su hijo el archiduque Carlos. Y finalmente estaba el partido francés dirigido por el embajador francés, Harcourt, que tenía como principal candidato a Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV y biznieto del fallecido Felipe IV.
 
(Moneda de 4 Reales de Carlos II, 1684, Segovia. En 1680 se realizó una reforma monetaria muy importante. Se permitió la acuñación de un vellón con valor fáctico mayor que su valor intrínseco.Las dos últimas candidaturas eran complicadas puesto que si triunfaba la primera, la del archiduque Carlos, podría desembocar en la unión de España y Austria. La segunda candidatura, la de Felipe de Anjou, podría desembocar a su vez en la unión de España y Francia. Ambas posibilidades crearían a un coloso de fuerza descomunal para los intereses del resto de potencias europeas, por lo que se empezaron a mover los hilos en Europa y ya entre ellas comenzaron a urdir los posibles repartos.

De esta manera en 1698 Luis XIV ya tenía en mente un posible reparto por el que al morir Carlos II, el príncipe José Fernando de Baviera se quedaría con los Países Bajos, los reinos de la Península y las posesiones de las Indias, mientras que Francia se quedaría con Nápoles y Guipúzcoa y el archiduque Carlos recibiría el gran ducado de Milán.
Sin embargo la voluntad de Carlos II era bien distinta y el 11 de noviembre de 1698 realizó un nuevo testamento en el que se recalcaba que el conjunto de la Monarquía era indivisible y que su heredero universal era el príncipe José Fernando de Baviera.Así estuvieron las cosas hasta que la fatalidad se cruzó en el destino de la Monarquía, pues José Fernando de Baviera, con sólo 7 años de edad, falleció de forma inesperada en febrero de 1699, con lo que una de las tres posibilidades antes comentadas se descartó definitivamente.

A partir de este momento comenzaron de nuevo las intrigas y las propuestas y los posicionamientos de las diferentes potencias europeas. Luis XIV incluso comenzó a mover sus hilos en la Corte española. Así en 1699 estalló en Madrid el llamado "Motín de los Gatos" organizado seguramente por amotinados movidos por intereses extranjeros y que aprovecharon la mala coyuntura económica y la carestía de alimentos :

"Pan, pan, pan, queremos pan.... Viva el rey, muera el mal gobierno" 
Los disturbios, en los que la multitud exasperada comprometía gravemente el orden, sólo se calmaron con la intervención del propio rey Carlos II de España que llegó a dirigirse a la muchedumbre congregada ante palacio, tras lo que los ánimos se calmaron. Las consecuencias del motín fueron la destitución del Conde de Oropesa, presidente del Consejo de Castilla, y principal cabecilla de la opción austríaca y que además hacía funciones de valido y era el principal responsable del abastecimiento de la capital.


(Manuel Joaquín de Toledo Portugal y Córdoba Monroy y Ayala, conde de Oropesa, fue objetivo del motín de los gatos (abril de 1699), tras el que cayó en desgracia. Fue sustituido por el cardenal Portocarrero, partidario de la sucesión francesa. Este grabado representa a Carlos II destituyendo al conde de Oropesa tras el Motín de los Gatos).El obstáculo final, era la voluntad del rey. En los años finales de su vida, Carlos II tuvo que sufrir incluso algunos rituales de exorcismo, pues se decía que estaba hechizado y que existía un maleficio sobre él que le impedía tener descendencia. Desde Viena se enviaría a fray Mauro de Tenda, amigo de Froilán Díaz (confesor del rey Carlos II) un exorcista de renombre que llegó a asegurar que quien había hechizado al Rey es :

"Alguien que tiene simpatías por las flores francesas de lis y desea que de esta simple manera recaiga la herencia de esta Monarquía en el Rey de Francia" (1)

 
(Escudo de armas de Carpos II, podemos ver en la descripción los numerosos territorios que componían sus dominios. Posteriormente vemos otros escudos o estandartes reales que ya no incluyen el escudo de Portugal, que ya no pertenecía al dominio del Rey de España)
La débil salud del monarca se vio afectada por estos exorcismos y padeció continuas diarreas, vómitos y fiebres muy altas.Luis XIV decidió ir más allá en el año 1700 y propuso que si en tres meses no se aceptaba su plan anterior, se buscaría un príncipe que sustituiría al archiduque Carlos en la herencia. Carlos II, viendo posiblemente muy cerca el fin de sus días, pidió finalmente consejo al papa Inocencio XII :

"...mantener inseparables los reinos de mi Corona y la Sagrada Religión", podía ofrecer "uno de los hijos segundos del Serenísimo Delfín de Francia"

De esta manera, se habló, abiertamente, sobre la posibilidad real de la opción francesa.

El papa Inocencio XII, pro-francés, no tardó en responder favorablemente a esta consulta :

"Nos vemos en el deber de no discrepar de esa opinión del Real Consejo de Vuestra Majestad"
Recibió el Rey la carta de Su Santidad y tranquilizóse ya plenamente confortado. Carlos II convencido de que finalmente esta era la voluntad de Dios se confesó y recibió la extrema unción. La monarquía católica sería heredada por un borbón francés. Unos años atrás, pocos podían haber previsto un desenlace así, pero... a fin de cuentas esta dinastía no era tan extraña en España porque todos los anteriores reyes de España habían tenido esposas del país vecino. (2)

El 1 de octubre el Rey firmó su nuevo testamento :

"...declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos." (3)
 (Firma del rey Carlos II) 

El día 1 de noviembre del año 1700, tras una dura agonía pero con la conciencia tranquila por creer que su su monarquía descansaba en la voluntad de Dios, fallecía Carlos II, el último de los Austrias de España.

Sin embargo, su postrera decisión, no evitaría que dos años después se desencadenara la Guerra de Sucesión Española, un terrible conflicto que implicó a toda Europa en una cruenta guerra que decidiría finalmente el destino de las posesiones españolas.

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