viernes, 21 de octubre de 2011

al General Galindo

Marco Tulio Cicerón solía decir que "no debe temerse a la Justicia sino a los jueces"; por eso y ante determinadas decisiones de jueces y magistrados siempre mantengo los labios apretados para contener una mueca de desprecio.En España, hoy los únicos que no temen ni a la Justicia ni a los jueces son los etarras. Los demás, todos los demás, podemos ser víctimas de la secular vanidad de sus señorías y de sus áridos oídos. La sentencia del Tribunal Supremo que incrementa sensiblemente la condena del general Enrique Rodríguez Galindo y conlleva su expulsión del Ejército produce un sonido discordante, como cuando una guitarra cae al suelo, en un pueblo lacerado de cicatrices, físicas y mentales, por el terrorismo de ETA y que, mal que les pese a algunos jueces, a unos cuantos políticos y a muchísimos periodistas, sabe que el general Galindo no ha hecho más que levantar su escudo y desenvainar su espada para protegernos a todos de las hachas y de las serpientes de ETA.Marco Tulio Cicerón decía que "no debemos temer a la Justicia, sino a los jueces", y añadía que "no se puede juzgar con las leyes de la República Ideal de Platón a los hombres que tienen que revolcarse a diario en el fango de la guerra para defender la libertad del Senado y del Pueblo de Roma". Sócrates nos muestra cómo la libertad, que es el más preciado tesoro de los hombres, debe estar subordinada a la fuerza para protegerla. La Historia y la Filosofía nos enseñan que ante el terrorismo de unos pocos el Estado debe ejercer el contraterrorismo que, aun siendo muy duro, se hace necesario.De Heráclito aprendemos que en la vida y en el mundo todo presupone su contrario: así la alternancia de lo opuesto y la equivalencia de cada cosa son su contraria nos dan la medida de la acción y de la reacción, y de la respuesta con la que debemos contestar a cada desafío, circunstancia y eventualidad. Existe la medicina porque existe la enfermedad, y existe la cirugía porque existe el fracaso de la medicina paliativa. Existe el letal veneno de las serpientes y existe la ciencia que lo transforma en fármacos y anestésicos. Existe la riada y existe la presa que la contiene y la utiliza para salvar a la tierra de la sequía y para aliviar la sed de los hombres. Existe el contraterrorismo de Estado porque existe el terrorismo que quiere destruir al Estado… destruirnos a todos nosotros.No nos engañemos y no seamos hipócritas, a los terroristas no se les combate con las leyes de la República Ideal de Platón, ni con homilías sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ni con éxtasis místicos sobre el Estado de Derecho. Contra el terrorismo sólo cabe luchar como el general Galindo ha demostrado sobradamente que sabe hacerlo. Muchos de los que hoy le condenan y le vilipendian le deben, sin duda, la vida. Ellos no lo saben, pero ETA sí.

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