martes, 27 de septiembre de 2011

Berserkers...



Los Berserker eran guerreros vikingos que combatían en un estado de trance, semidesnudos, cubiertos con la piel de lobos, osos o venados. De hecho, la palabra Berserker está compuesta por Serkr (un tipo de camisa vikinga) y Berr ("Oso", también "desnudo").

Se creía que los Berserker era insensibles al dolor. Lamían y mordían el hierro de sus escudos, echaban espuma por la boca y emitían espantosos alaridos. Algunos estudiosos sospechan que no cualquiera podía convertirse en Berserker y que, en realidad, éstos eran seleccionados cuidadosamente. Cuando un niño vikingo mostraba convulsiones (para nosotros, los primeros síntomas de epilepsia) era rápidamente alistado en las filas de estos pavorosos licántropos.

Eruditos menos extravagantes han elaborado otra teoría sobre el temperamento feroz de los Berserkers: su comportamiento era una consecuencia natural de su dieta.

Al parecer, los Berserkers se alimentaban exclusivamente de carne cruda, de amanita muscaria (un tipo de hongo alucinógeno), y una especie de pastel elaborado con cerveza y pan contaminados por el cornezuelo del centeno, el cual contenía altísimos niveles de ácido lisérgico (precusor del LSD), y bebían cerveza de beleño fermentado, una de las plantas alucinógenas más potentes.

Esta dieta forjaba a los Berserkers y los hacía incontrolables en la batalla. Su furia era tan intensa que los vikingos solían atarlos a sus embarcaciones (Drakkar) para que éstos no se arrojaran al mar antes de llegar a la costa.

El final de los Berserkers llegó con el cristianismo. Muchos de ellos fueron alistados en la guardia personal de reyes y príncipes, se los respetaba y temía como guerreros y hombres de temperamento volátil. Los primeros cristianos, al enterarse de las espeluznantes metamorfosis de los Berserkers, lanzaron una letal campaña de difamación. Se los acusó, como a tantos otros, de pactar con el diablo. Fueron recluídos por la sociedad, tenidos por locos, y pronto fueron barridos de los ejércitos y las cortes. Algunos reyes los conservaron a modo de mascotas.

Los Eddas escandinavos ofrecen una visión diferente sobre el comportamiento de los Berserkers. No niegan el uso de alcaloides, pero aseguran que su furia guerrera explotaba luego de severas meditaciones. Al contrario de lo que sucedía en oriente, los Berserkers meditaban para extraer la parte animal en nosotros, para suprimir sus rasgos humanos y emerger en una personalidad bestial, descontrolada.

Así se los describe en la saga de Haraldskvæði:


Hablaré de los berserks, los catadores de sangre,
Aquellos héroes intrépidos, ¿como trataban
A los que se vadean en la batalla?
Piel de lobo les llaman.
Portan escudos sangrientos.
De puntas rojas son sus lanzas cuando marchan.
Forman un grupo apretado, cerrando filas.
El príncipe, en su sabiduría, confía en ellos,
En los que cortan los escudos enemigos.


Snorri Sturlson los describe en la saga de Ynglinga.


Los hombres de Odin se precipitaron hacia adelante sin armadura, locos como perros o lobos, fuertes como osos o bueyes, masacran a los príncipes de un solo golpe, y ni el fuego ni el hierro los atemoriza. Su furia es conocida como BerserkergangPara advertir la profunda significancia de los Berserkers deberíamos, en principio, verlos como algo más que guerreros. Eran místicos, en un sentido contrario al misticismo oriental, es decir, su autoexploración tenía como propósito extraer el horror en estado puro y trasmutarlo en una furia dirigida únicamente hacia sus enemigos.

Los Berserkers llegaron tan lejos como a las cortes de Bizancio, luchando bajo el mando de Constantino VII, donde eran considerados tropas de elite. En el oscuro De cerimoniis aulae byzantinae se detalla la Danza Gótica, una especie de ritual de transformación que los Berserkers efectuaban antes de entrar en combate.

Escandinavia los recluyó a los bosques y pequeñas compañías diseminadas en el yermo. Algunos melancólicos señalan que fueron los Berserkers quienes eligieron el olvido y la vida de los lobos

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