Un Gobierno en funciones debería suspender de manera inmediata este rosario de adjudicaciones, y si no se siente inclinado a hacerlo por respeto a la mera decencia, debería pararse a pensar en los recortes que ha debido hacer, a costa de funcionarios y de pobres pensionistas. Sólo alguien dotado de un imperturbable sentido del cinismo puede sostener que el pago de esas ayudas constituya una obligación del Estado. Parece mentira que haya socialistas que no comprendan que ha sido precisamente esa insolidaridad real con los españoles que pagan sus impuestos y apechugan con la crisis –que el Gobierno y el PSOE negaron primero y agravaron después–, lo que ha privado al partido de unos cuantos millones de votos. Poca pérdida, si se mira a la luz de las desvergüenzas que siguen perpetrando.
El PP debería exigir que cesen estas fechorías, que a la vista de los sacrificios que habremos de soportar todos, se acabe con esta feria del reparto, con el indecente saqueo de unas arcas que se han vaciado con su incompetencia y que pretenden seguir explotando hasta el último minuto, como si la cosa no fuese con ellos.
También ilustra uno de los problemas a los que se enfrenta este paseante en sus incursiones por la izquierda mediática, que le gustaría denunciar la ideología pero que, inevitablemente, se topa con el ‘qué hay de lo mío’ partidista, que es lo que domina realmente el panorama mediático.
Uno sinceramente puede entender a quienes creen en el socialismo, pero cada vez menos a quienes creen en los socialistas. Bastantes entre mis rojos de Twitter han lamentado, perplejos, la medida. “Vaya despedida para un Gobierno socialista: indultar a un banquero condenado como traca final”, resumía Ignacio Escolar. Me solidarizo con el mensaje, pero no entiendo demasiado bien la perplejidad; después de todo, no es como si la banca española haya sufrido mucho con el socialismo.Y es que la relación de la izquierda actual con su origen como (muy teórica) defensora del proletariado es más bien tenue, por decirlo suave. La izquierda es un virus mutante; es ese charlatán que la lía parda y sale de todas a base de palabrería. En eso es el amo, y ese es el secreto de su supervivencia.
Por ejemplo, ayer fue el Día contra la Violencia de Género. La causa y las consecuencias es ingeniería social a saco, pero con semejante etiqueta, ¿quién se opone?; ¿quién puede estar a favor de la violencia de género? Es como cuando plantean su estrategia de rendición ante los terroristas como ‘proceso de paz’. ¿Alguien puede estar contra la paz? Jaque mate.
Jugamos en su terreno y con sus normas, por lo que es imposible no quedar como la chata de Pumarín. Lidia Falcón, esa misándrica radical que tuvo sus cinco minutos de gloria en la Transición, tiene su tribuna en ‘Público’, “La violencia que no cesa” –imaginamos que en contraste con otras violencias que han cesado y no se especifican–, lamentándose de la insuficiencia de la ley ante esta ‘epidemia’.
Básicamente, Falcón le ve dos carencias a la ley socialista: que la presunta víctima tenga que probar el ‘animus’ machista del agresor; y que tenga que existir entre ambos algún tipo de relación sentimental. Es decir, que la feminista desearía cargarse el principio de presunción de inocencia y hacer de la mujer una víctima privilegiada. Es algo así como lo de los musulmanes, pero al revés: si en el Corán el testimonio de una mujer vale la mitad del de un varón, en España la vida de un varón valdría menos que la de una mujer. A eso le llaman ‘no discriminación’, para que digan que la izquierda no tiene sentido del humor.
Por lo demás, la izquierda mediática está que echa las muelas con una mujer, precisamente: Angela Merkel, que no está por la labor de dar a los manirrotos de Europa la garantía de los diligentes. “Merkel entierra el debate sobre los eurobonos y el papel del BCE”, abre ‘El País’, siempre contenido; “Merkel dice no”, grita ‘Público’ en su primera, de forma más clara.
‘El País’, siempre sensible a la estabilidad de los mercados, regaña a la canciller en su editorial, “Berlín contraataca”. Es una delicia leer cómo, después de explicar las razones aducidas por la ‘premier’ electa de la primera potencia europea, el editorialista apostilla: “Naturalmente, esa presunción es falsa”. Naturalmente, naturalmente. ¿A quién van a creer, a la Merkel esa o al sesudo editorialista? “Alemania no ve que Europa estará en recesión en 2012, según el Instituto de Finanzas Internacionales”.
Qué tontos, estos alemanes; así les va, “Más paro y más inestabilidad bancaria. Así que, mientras cruje la pesada maquinaria burocrática para reformar los tratados y se alcanza la “igualación de las tasas de interés”, es probable que el bienestar europeo empeore considerablemente”. Qué suerte ser tan listo. Con varios de esos genios en plantilla, uno entiende que Prisa esté en una situación económica tan envidiable.
Lo de ‘Público’ no es necesariamente más grave, aunque sí menos disimulado. El primer texto del periódico de Roures “Merkel da un portazo a la solución contra la especulación”. No ‘una posible solución’, ni siquiera ‘una solución’, no: la solución. Si lo sabrán ellos...
Nos lo aclara ese adalid de los mercados que es su director, Jesús Maraña, en su billete de Opinión, ‘La canciller dice ‘nein’: “[d]isponer de un cañón de liquidez como el BCE y mantenerlo taponado mientras la economía se hunde y el paro se dispara es suicida. ¿Qué tiene que ocurrir para que el resto de dirigentes de la UE se plante ante Merkel?”. ¿Que se planten y hagan qué, exactamente, don Jesús? Sin Alemania, el euro es dinero del Monopoly; quizá por eso no ‘se plantan’.
Y me quedo sin espacio, ay, para glosar ‘Las recetas que estudia el PP’ y que, imagino, Rajoy ha pasado confidencialmente a Ignacio Escolar para que las discuta en su columna de la última en ‘Público’.
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