Por la deformada educación y cultura que han impuesto estos principios igualitarios existe una incapacidad de elección hacia lo superior y siempre que no se sea de dicha élite se apostará por la mediocridad antes que por la brillantez, para de esta manera, consciente o inconscientemente, asegurar la permanencia de los mismos valores. Porque lo que la mediocridad califica no son resultados objetivos, sinceros, sino todo lo contrario, arbitrariedades subjetivas que ni el mismo sabe con certeza que son, pero que al menos le permiten seguir en su puesto de trabajo y sin preocupaciones de que algún día alguien mejor pudiera venir a relevarle de su puesto.
Lo justo no se haya en que alguien tenga mayor responsabilidad porque es el más trabajador o el más cordial sino en que sea el que más capacitado esté para ello, para dicha responsabilidad. Y esto, como primera premisa para la creación de una sociedad dirigida por una élite intelectual crea un abismo entre la propia élite y el resto de las personas.Lo anteriormente expuesto, nos hace ver una abstracción de un bucle sin salida donde lo mediocre llama a lo mediocre, donde se potencia la igualdad de todos por encima del beneficio general, aún sabiendo las grandes diferencias existentes. Y todo esto porque la misma mediocridad es una carga para ellos tan pesada que no les permite ver más allá de su propia altura, o mejor dicho, de su inmensa llanura.
es importante resaltar que para el buen desarrollo y la buena dirección de una sociedad, no se necesitan mentes mediocres que quieran ver a todos por igual, sino mentes brillantes que separen y escojan a los más dotados para los puestos de mayor dificultad, donde la cláusula primordial sea la aceptación completa de la responsabilidad hacia los demás y la aceptación de toda consecuencia. Que no se deforme la responsabilidad en un simple esfuerzo de resultado desastroso o medianamente aceptable que siempre termina evitando toda carga de culpabilidad individual, abogando como defensa que el error ha sido del colectivo y no sólo suyo. Así se consigue una completa evasión de la responsabilidad escudándose en que todos podemos cometer errores y él no es mejor que nadie, tan sólo es uno más del conjunto que pretende hacer su tarea lo mejor posible.
Desgraciadamente ya sabemos que resultados conlleva esto, grandes desastres ningún culpable. Una vez más nos encontramos en un laberinto sin salida, a no ser, que el igualitarismo sea eliminado y se de paso al elitismo, al verdadero, donde prima siempre el mejor por sus capacidades y no por su estrato social o posición económica.
cada uno tiene unos límites por naturaleza no por educación, algo innato en él le hace poder soportar mayor responsabilidad, mayor complejidad y aún así obtener excelentes resultados.Y ahora nos deberíamos preguntar ¿Tienen los dos alumnos los mismo conocimientos y la misma capacidad para afrontar y resolver un problema con un resultado satisfactorio? ¿Se pudiera compensar la falta de capacidad mediante el trabajo? Lógicamente no, quizás se podría llegar a un nivel aceptable en base a esfuerzo y trabajo pero nunca a los niveles de una mente adelantada. Además, el alumno brillante en talento y capacidad portentosa tendrá unas miras muy por encima del menos capacitado, así posibilidades que sólo da lo innato.
Pero parece ser que esto no tiene ninguna importancia y que todo se puede alcanzar con trabajo y esfuerzo, es más, ya no es necesario para alcanzar ninguna posición importante el talento. Es en este preciso momento, donde se nos platean las dudas de la justicia absoluta y de la ética profesional, deberemos superar nuestros prejuicios sociales-culturales y ver más allá de las personas, ver el potencial de uno y otro caso, el bien que podría resultar para el conjunto de la sociedad si tuviera la responsabilidad siempre el más capacitado. Desde luego, una sociedad dirigida por los mejores no tendría comparación con una como en la que vivimos, donde nos dirige la mediocridad.hoy en día no se premia ni se valora a nadie sólo por resultados objetivos, sino que por el contrario se valora de forma subjetiva dentro de un compendio de datos como son: interés por la asignatura, trabajo realizado, esfuerzo, tiempo dedicado y un sin fin de datos que sólo el alumno puede saber con certeza y el profesor sólo puede suponer.el igualitarismo trata de mantener todo al mismo nivel, que nada despunte, que nada destaque, y claro está, esto sólo se consigue bajando el nivel hasta un punto donde la mayor parte de la sociedad pueda alcanzar. Este concepto se verá bastante más claro con un ejemplo cotidiano que estamos cansados de ver y que por desgracia es extrapolable a cualquier situación, sea laboral o educativa.Poniendo el ejemplo del sistema educativo, sistema que por otra parte nadie discute su mal funcionamiento, podemos empezar analizándolo desde el comienzo de la vida de un estudiante. Todo empieza en la educación básica seguido por la secundaria y si dicho estudiante continua de forma positiva sus estudios, accede sin mayor problema a la universidad, de aquí al mundo laboral pasarán no demasiados años si no es que no lo ha hecho ya, y tendrá dos grandes posibilidades, empresas públicas o privadas.
El gran problema de la instauración paulatina de estos principios en los sistemas políticos, no es que ellos mismo se rijan por el igualitarismo, sino que calan y cada día con mayor amplitud en los pilares de nuestra sociedad. Esto produce situaciones de involución en todos los niveles de desarrollo, bien en la cultura, en la industria o en cualquier otro campo. Esto es debido a que el igualitarismo deja al mismo nivel a todas las mentes sean brillantes o no, es más, procura potenciar a las menos favorecidas marginando a las brillantes.
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