jueves, 17 de noviembre de 2011

el negocio de la antropologia..

¡Las razas no existen!, exclaman muy afectados y repiten sin cesar doctos profesores de antropología, de sociología, de etnología incluso. Por un lado, si uno conoce bien a este gremio, sabe que estos individuos generalmente no se exaltan por el hallazgo de la verdad sino, más habitualmente, por subvenciones o reconocimientos. Por otro lado, si uno no se deja impresionar por los títulos que ostentan estos personajes y analiza, en consecuencia, los diversos razonamientos que acompañan a esta singular afirmación se da cuenta de que son, ni más ni menos, que una colección de falacias, de diverso tipo y pelaje, de las que unas producen risa y otras, vergüenza ajena.
La gente aborregada e impresionable suele utilizar citas de estos personajes doctos para afirmar que… ¡las razas no existen! No demuestran así nada, solo su impresionabilidad y, como consecuencia del aborregamiento, su facilidad para incurrir en una de las falacias más comunes que existen: la falacia de autoridad. Pero de siempre es sabido que las autoridades intelectuales pueden compartir creencias falsas.
A mí no me impresionan en absoluto los títulos de doctor en antropología o en lo que sea, yo voy siempre al argumento y me da igual quién lo diga, tanto si lo que dice es para bien como para mal.
Un ejemplo de este tipo de citas argumentadas difundidas ad nauseam por oenegetas e ideólogos del autodenominado antirracismo es ésta:

«Las razas no existen, ni biológicamente ni científicamente. Los hombres por su origen común, pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de “razas” se tratara, hay una sola “raza”: la humana».José Marín Gonzáles, “Las razas biogenéticamente, no existen, pero el racismo sí, como ideología”, en Revista Diálogo Educacional, v. 4, n.9, mayo-agosto de 2003, pág.109.Animo a cualquiera de los lectores a que, siquiera por diversión, se lea el artículo citado completo. Las confusiones conceptuales son corrientes, los desplazamientos semánticos también. El rigor analítico es mínimo y todo está groseramente orientado a la conclusión moral de la bondad de los estados multiculturales. No me voy a molestar en analizar todo esto porque, como comprobaréis los que leáis el artículo, son errores demasiado básicos. Pero sí quiero señalar algo. El que firma ese artículo acredita los siguientes méritos: doctor en Antropología por la Universidad de La Sorbonne y diplomado del Instituto de Altos Estudios de América Latina de París, diplomado del Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo y de la Academia Internacional del Medio Ambiente de Ginebra. Ha enseñado en la Universidad de Ginebra y actualmente colabora con diferentes Instituciones y publicaciones de Europa y de América Latina. Ha colaborado en el África, con la UNESCO. Leed sus méritos y leed el artículo; a partir de ahora, que a nadie intimiden los méritos que alguien pueda alegar. ¿A qué nivel ha descendido el mundo académico en según qué disciplinas?
Este argumento, comparado con la ya refutada falacia de Lewontin, no es nada. Este doctor en antropología no sé dónde y qué habrá estudiado. O qué intereses tiene. Pero sí sé qué hace dos trampas para dar verosimilitud (apariencia de verdad) a su afirmación falsa:
1) simula no conocer la diferencia existente entre raza y especie.
2) omite toda consideración acerca del funcionamiento de los genes.
Tema aparte es la diferencia, absolutamente artificiosa aquí, que establece entre biología y ciencia, como si la biología no fuese una ciencia en sí misma. Creo que introducir aquí el adverbio “científicamente” no es sino una manera adicional de engatusar a los impresionables.
Pero en vez de incidir en esto, vamos a refutar ahora de manera más divertida. Otro doctor, Perico de los Palotes, que estudió mucho, pero que quiere obtener muchas subvenciones y mucho reconocimiento en unos departamentos universitarios dominados por los marxistas, y que quiere que los borregos progres le citen a él como si fuera un erudito en genética, deliberadamente confunde (alejando a sus alumnos de la realidad), no raza con especie, como el Gonzáles de antes, sino especie con género (siguientes escalón en la taxonomía).
Antes de proceder es necesario hacer uso de la taxonomía cladística y ver dónde está el hombre actual situado. Yo, a diferencia de estos profesores y doctores tramposos, informo al público que necesite ser informado, para que pueda razonar por sí mismo y no se crea las cosas porque sí. El que no necesite esta información que se salte este párrafo. ¿Dónde nos situamos como especie? (según la taxonomía cladística): pertenecemos a la familia Hominidae, la subfamilia Homininae, tribu Hominini, subtribu Hominina, que cuenta con cinco géneros (Ardipithecus, Australopithecus, Kenyanthropus, Paranthropus, y Homo); los géneros se dividen en especies, perteneciendo el hombre actual a la Homo sapiens.
Es sabido que dentro del género Homo han existido distintas especies: Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, Homo sapiens, que es la actual, etc.
Ahora, haciendo uso del modo de razonar absolutamente fallido de nuestro primer doctor en antropología, nuestro segundo doctor, Perico de los Palotes, podría llegar a demostrar la inexistencia de estas especies y que un Neandertal (Homo neanderthalensis) es igual que un Cromagnon (Homo sapiens). Allá va (se sustituye lo tachado, lo dicho por Gonzáles, por lo que está en negrita, dicho ahora por Perico de los Palotes.
«Las razas especies no existen, ni biológicamente ni científicamente. (Los hombres) Todos los individuos del género Homo por su origen común, pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de «razas» «especies» se tratara, hay una sola «raza» «especie»: la humana Homo».

Perico de los Palotes, “Las razas existen pero no se lo digas a nadie”, en Revista Mentir por Dinero, nº 15, enero de 2011, pág. 118. Perico de los Palotes es doctor en Antropología por la Universidad de las Monsergas Relativistas.
Absurdo, ¿verdad? Pues así funciona esta gente.

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