El suegro de Letizia (con Z, ojo) parece gozar de bula por todas las instituciones del Estado; heredero como es del general Franco, quien, en un error lamentable, reinstauró la monarquía en la figura de Juan Carlos.
Este espejo de virtudes cristianas, como lo calificó el cardenal Rouco Varela (hay que ser hipócrita y cínico) se ha limitado, en estos convulsos años para la Nación, en permanecer silente y autista ante los desmanes de la mafia nacionalista. Aún recuerdo, lleno de bochorno, como fue a inaugurar el curso escolar pasado a un colegio en Palma de Mallorca, en el que está prescrita la lengua común. Fue el tipo a saludar a los niños a los que se les niega aprendizaje en su lengua. ¡Sin cortarse un pelo!
El Borbón se ha caracterizado desde hace años por bailarle el agua a los gobiernos de turno, sin importarle ni un ápice las consecuencias de sus actos:
“¡Hablando se entiende la gente!”, alentó el hermano mayor del sátrapa marroquí ( así se califica él mismo); hablando, claro, con quien persigue, erradica y multa el español. Ha tolerado todo tipo de traiciones a nuestra gente, cultura y símbolos. Recordad la pitada de la final de Copa del Rey del pasado año. Consiente, como Capitán General de nuestro antaño ejército, que nuestras tropas lleven vehículos y material obsoleto en sus misiones internacionales (mientras la ministra/separatista y feminista anda muy preocupada en las tallas de los uniformes de las mujeres que sirven en nuestras fuerzas armadas -esa chorrada de diábolo, campana y demás), muy ocupado en abatir osos borrachos en Rusia, en regatas mallorquinas y en sus turbios negocios con sus hermanos saudíes.Pues bien, ahora -tal vez asustado por la crisis económica, tal vez pensando en la pasta que se le otorga al año a esta familia de papel couché- pide con energía un Pacto de Estado para superar la crisis. Pacto que su católica majestad no pidió contra ETA en el madito proceso de paz, que no pidió contra ese asesinato masivo de nasciturus, que no pidió contra las pretensiones nacionalistas, que no pidió para la defensa de la lengua española, que no pidió para esclarecer la matanza del 11 M, que no pidió para corregír una administración gigantesca y derrochona,…
Estos son algunos ejemplos del sentido de Estado que tiene el último heredero del franquismo, sospechosamente respetado y alentado por el Sistema. Ahora, asustado por su pésima imagen y desapego de los españoles por su figura (y pensando en el futuro de LetiZia) quiere taparle las vergüenzas a Zapatero por su horrible gestión de la crisis y salvarse también él y su familia de colorín.
Este anacronismo que nos cuesta un dineral -y al que le falta coraje y decencia para defender la Nación que representa, que se ha puesto de perfil ante el desmembramiento de España y que ha dado la espalda a los españoles- adula y protege al demagogo de Zapatero para salvar su real culo.
Traidor y felón, hago mía la máxima de Ortega:
Delenda est Monarquía
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