En la sociedad vikinga, de igual manera que cualquier jefe de una casa podía oficiar los sacrificios a modo de sacerdote, a las mujeres también se las podía considerar sacerdotisas de su propio hogar. De hecho, el telar que había en todas las casas, y que era parte del intransferible mundo femenino, estaba asociado con la buena suerte de la familia. Las mujeres nórdicas tenían rituales o conjuros para casi todas las acciones de la vida.
Pero había otra magia más especializada, como el caso del seidr, que podría definirse como una forma de chamanismo femenino practicado en el norte europeo. La palabra viene de la raíz indoeuropea sed- y, al igual que el sedere del latín, tiene el sentido de sentarse en comunión con los espíritus.
La oficiante, llamada seidkona, acompañándose de un canto llamado vardlokur o galdrakona para entrar en trance, conseguía desarrollar facultades para la sanación física, mental y espiritual, la profecía o la canalización de los dioses y diosas a través de otra persona. También algunos de los actos considerados comúnmente como maléficos, como provocar enfermedades, tormentas o la muerte.
En la Saga de Erik el Rojo, una tal Thorbjorg llega a una casa donde es instada a hacer una profecía sobre cuándo acabaría la mala racha por la que estaba pasando Groenlandia. La saga pormenoriza su atuendo, lo que nos da una idea de que tenía que ser muy significativo: capa azul atada con tiras de cuero y adornada con gemas, capucha negra de piel de cordero forrada con piel de gato blanco; de esta misma piel son sus guantes, y no puede faltar una bolsa que cuelgue de su cinturón con todos los elementos que necesita para desarrollar sus facultades.
Para cenar le dan gachas con leche de cabra, que toma con una cuchara de latón, y un plato con corazones de las distintas clases de animales que hay en la granja, que come con un cuchillo de hija rota con el mango de colmillo de morsa con dos anillos de cobre. Pero aún falta un elemento importante: alguna mujer de la granja que sepa recitar el Vardlokur. Finalmente, puede realizar la profecía sobre el final de la epidemia y del hambre que se habían desatado aquel invierno.
Una vez asentados en comunidades en las tierras conquistadas, los vikingos adoptaron los sistemas monetarios existentes, o los crearon de nuevo, como en Dublín, con frecuencia utilizando a expertos nativos o importados para manejarlos.Siempre que nos hablan de los vikingos nos imaginamos a esos grandes guerreros que combatían en el mar, pero no todos los vikingos fueron navegantes, los que no viajaban vivían en aldeas y llevaban una vida cotidiana como comerciantes o artesanos. Otros vivían en granjas.
Los granjeros cultivaban vegetales como arvejas y col. También recogían frutas del bosque y bayas. Como la temporada de cultivo era bastante breve y los inviernos eran largos, los granjeros tenían que asegurarse de que hubiera suficiente comida para que durara durante todo el frío invierno.
La pesca también constituía un alimento básico, los peces más comunes eran el bacalao y el salmón. Y también recogían y consumían algas del tipo Palmaria palmata, un alga de hoja muy fina, en tiras un poco separadas. Su color es rosado y presenta un regusto dulzón. Se consumía cruda o cocida.
También criaban ganado y comían carne de res y de cordero. Las ovejas y las cabras tenían la tarea primaria de producir la lana y la leche. Aunque también consumían leche de vaca.
La ganadería, la agricultura y la pesca habían sido la base de subsistencia de los habitantes de Escandinavia durante siglos, pero no era suficiente. El alimento tuvo que ser complementado con la caza de renos y ciervos. Los caballos aliviaron el transporte a los asentamientos; sin embargo no formaban parte del menú.
La bebida era el aquavit (aguardiente a base de patatas y comino) y el hidromiel o cerveza vikinga.
Los vikingos disponían de cocinas bien equipadas, con tinas grandes y pequeñas para almacenar todo tipo de alimentos. Almacenaban principalmente carne seca y productos lácteos como leche agria, queso o mantequilla.La visión tradicional del papel de los vikingos en la historia monetaria desde el siglo VIII al XI es el de saqueadores y extorsionadores que satisfacían su sed de plata asaltando sin misericordia la riqueza de sociedades financieramente más avanzadas.
Investigaciones recientes revelan actividades más positivas en este campo, en especial su contribución al desarrollo de pueblos y del comercio. En Europa occidental la recaudación de gelds (tributos) por parte de los vikingos estimuló el desarrollo de una economía monetaria entre sus víctimas, y la exacción de tributos no excluía las relaciones comerciales. Los vikingos fueron responsables del desarrollo de rutas comerciales a través del Báltico oriental con Kiev, Rusia y Asia Central, pero la mayor parte de su beneficio procedía de la venta de esclavos raptados durante sus asaltos.
Investigaciones recientes revelan actividades más positivas en este campo, en especial su contribución al desarrollo de pueblos y del comercio. En Europa occidental la recaudación de gelds (tributos) por parte de los vikingos estimuló el desarrollo de una economía monetaria entre sus víctimas, y la exacción de tributos no excluía las relaciones comerciales. Los vikingos fueron responsables del desarrollo de rutas comerciales a través del Báltico oriental con Kiev, Rusia y Asia Central, pero la mayor parte de su beneficio procedía de la venta de esclavos raptados durante sus asaltos.
Monedas vikingas |
El ímpetu inicial pudo ser el prestigio o la necesidad de hacer regalos oficiales, pero enseguida surgió el uso de moneda para propósitos fiscales y comerciales.
En su patria, los vikingos se contentaban con usar dinero extranjero y tardaron mucho en introducir monedas exclusivamente nacionales porque llevó tiempo desarrollar las instituciones necesarias para manejar con éxito el sistema. Pero las economías sedentarias no apaciguaron la energía militar de los vikingos ni terminaron con su afán expansivo, de manera que sus herederos siguieron luchando por tierra y fortuna bajo el nombre más respetable de normandos.El primer contacto que tuvieron los vikingos con la Península Ibérica fue en la costa cantábrica, donde su intención era tomar algunos puertos para establecer allí la base de operaciones de cara a posteriores incursiones. Desde el Cantábrico bordearon la península y bajaron hacia Lisboa donde no se les pudo contener por no estar preparada la ciudad para rechazar este tipo de ataques por mar. Desde las costas portuguesas siguieron bordeando la península hasta llegar al Guadalquivir, que no dudaron en remontar ya que Sevilla era una de las ciudades más prósperas de al-Andalus.
Fue una mañana del primeros de octubre del año 844 cuando los sevillanos atisbaron aterrados las velas de las embarcaciones vikingas que se acercaban remontando el Guadalquivir. Al verlos venir, el gobernador y los altos funcionarios de la ciudad huyeron a Carmona dejando a la población desprotegida.
Los aterrorizados habitantes de Sevilla intentaron la defensa pero de nada sirvió ante la fuerza guerrera de los normandos. Siete días duró el saqueo, durante los cuales los vikingos mataron, robaron y violaron a placer sin que nadie les opusiera resistencia.
Fue tal el impacto de la tragedia, que las crónicas históricas posteriores, como la de Ibn Hayyan o al-Razi, recogen, con palabras sobrecogedoras, la viva impresión que en toda la España musulmana produjo este hecho, cuyo eco perduraría en la memoria colectiva durante mucho tiempo.
Los vikingos eran conocidos por los historiadores árabes como al-Urdumaniyyun, es decir, los normandos, aunque es mucho más frecuente encontrarlos citados como machus, es decir, “idólatras” o “los que adoran el fuego”.
En realidad existen noticias de ellos en la Península Ibérica desde el siglo anterior. En un principio se dedicaban al tráfico de esclavos que apresaban en Inglaterra e Irlanda y fue en el siglo IX cuando al negocio de los esclavos añadieron el pillaje y los saqueos. Como ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de la historia los prisioneros ricos podían obtener la libertad a cambio de pagar fuertes rescates, mientras que los más pobres eran vendidos irremediablemente como esclavos.Una leyenda vinkinga habla de una ‘piedra solar’ brillante, que cuando se elevaba hacia el cielo, revelaba la posición del Sol incluso en un día nublado. Suena a magia, pero los científicos que miden las propiedades de la luz en el cielo dicen que los cristales polarizadores – que funcionan de la misma forma que la mítica piedra solar – podrían haber ayudado a los antiguos marinos a cruzar el Atlántico Norte. Una revisión de las pruebas se publica hoy en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B.
Los vikingos, lobos de mar de Escandinavia que viajaron mucho y se asentaron en gran número en el Norte de Europa, las Islas Británicas y el Atlántico Norte alrededor del 750 – 1050 d.C, eran hábiles navegantes, capaces de cruzar miles de kilómetros de mar abierto entre Noruega, Islandia y Groenlandia. La luz diurna perpetua durante la estación de verano en el extremo norte habría evitado que usaran las estrellas como guía para sus posiciones, y la brújula magnética aún no se había introducido en Europa – en cualquier caso, habría tenido un uso limitado tan cerca del Polo Norte.
Pero las leyendas vikingas, incluyendo la saga islandesa centrada en el héroe Sigurd, apunta a que estos marinos tenían otra ayuda de navegación a su disposición: una sólarsteinn, o piedra solar.
La saga describe cómo, durante condiciones de nieve o nubes, el Rey Olaf consultaba a Sigurd sobre la posición del Sol. Para comprobar la respuesta de Sigurd, Olaf “agarraba una piedra solar, miraba al cielo y veía de dónde procedía la luz, a partir de lo cual adivinaba la posición del invisible Sol”. En 1967, Thorkild Ramskou, un arqueólogo danés, sugirió que esta piedra podría haber sido un cristal polarizador tal como el espato de Islandia, una forma transparente de calcita, que es común en Escandinavia.
La luz consiste en ondas electromagnéticas que oscilan de forma perpendicular a la dirección en la que viaja la luz. Cuando las oscilaciones apuntan todas en la misma dirección, la luz está polarizada. Un cristal polarizador tal como la calcita permite que pase a través de ella sólo la luz polarizada procedente de ciertas direcciones, y puede aparecer brillante u oscura dependiendo de cómo esté orientada respecto a la luz.Por lo general, los guerreros vikingos no utilizaban armaduras que por un lado resultaban demasiado caras para el nórdico medio y, por otro, miembros de una cultura que ponía gran énfasis en el coraje en el combate no valoraba demasiado este tipo de protecciones. Sin embargo, los vikingos con recursos o más precavidos podían llevar algunas formas de armadura. La más común y cómoda estaba hecha de pieles superpuestas. Un buen conjunto de pesadas pieles y cuero endurecido podía detener flechas e incluso tajos de dagas y, a la vez, servir contra el frío del norte.
Por otro lado, los vikingos de mejor posición económica podían llevar una byrnie o cota de malla hecha de anillos metálicos entrelazados. Mientras los soldados europeos las usaban desde los pies hasta la cabeza, los nórdicos la usaban como una camisa de manga corta.
Contrariamente a lo que se cree y divulgó en el cine, los vikingos no llevaban yelmos con cuernos. En realidad, aquellos que podían permitirse alguna protección metálica para la cabeza llevaban simples cascos con protección para los ojos y una banda metálica como protector nasal.
Los que portaban espadas y hachas llevaban por lo general escudos redondos hechos a partir de tablones de madera unidos por un borde metálico circular que iba remachado. Algunas veces, la parte frontal del escudo iba cubierta con cuero pesado como protección adicional. Otras veces los pintaban de vivos colores o con símbolos guerreros, especialmente de su familia. Un escudo redondo exigía el uso completo de uno de los brazos del guerrero, pues era muy pesado y algo inmanejable pero proporcionaba gran protección y un hombre habilidoso con el escudo era muy difícil de alcanzar. Además era relativamente barato, lo que hacía muy populares a los escudos entre los invasores vikingos de recursos limitados.
Entre los piratas vikingos la espada y el hacha eran las armas preferidas. A diferencia de los europeos, no prestaban atención al combate a caballo, por lo que las armas más importantes eran las utilizadas en la pelea cuerpo a cuerpo.
La daga de veinte a cincuenta centímetros de largo era una herramienta de trabajo y también un arma muy utilizada. Por su parte, las espadas eran sencillas y prácticas, con una hoja de doble filo, un pequeño travesaño y una empuñadura para usar con una mano. No estaban demasiado afiladas, pues se usaban para golpear las armaduras más que para cortar. Los herreros vikingos las forjaban con un procedimiento de diseño entrelazado con repetidas mezclas de hierro y acero.
La espada vikinga era un arma ligera de una mano usada para dar cortes y pegar tajos, casi siempre combinándose con saltos y esquives rápidos.Los vikingos, admiradores de la fuerza, eran muy propensos al uso del hacha que servía como una útil herramienta de trabajo y como una temible y eficaz arma en la batalla. Acompañando al escudo y manejada con una sola mano, estaba fabricada con hierro, a veces con una delgada franja de acero en el filo. Su mango de más de un metro de largo permitía ejercer una gran fuerza en los golpes y fue aumentando de tamaño, peso y efectividad a lo largo de la historia. El hacha de batalla escandinava tenía un saliente al final de la hoja que era muy útil en el combate naval y servía como gancho para clavarla y trepar a las naves enemigas. Este particular saliente dio origen a la llamada "hacha de abordaje".
Las hachas arrojadizas no eran muy frecuentes debido a su costo y a la dificultad que entrañaba manejarlas con efectividad. Eran muy peligrosas y espectaculares, pero requerían de una gran fuerza y habilidad para ser lanzadas correctamente.
Por el contrario, la lanza era un arma muy habitual entre los nórdicos y tenía un gran valor en el combate naval. Usadas para la caza y la pesca tanto como para la batalla, eran básicamente armas arrojadizas o para clavarse en distancias cortas.
Otra arma muy común entre los vikingos era el poderoso martillo, debido a que requería un escaso mantenimiento y se podía fabricar a bajo costo. Al igual que el hacha, el martillo de guerra tenía una única cabeza golpeadora colocada sobre un mango de sesenta a noventa centímetros de longitud. Los nórdicos lo apreciaban por su contundencia a la hora de pulverizar los huesos de los oponentes, por mucha armadura que llevaran encima.
Aunque sean conocidos por sus saqueos en tierra, los combates entre vikingos acostumbraban a tomar la forma de batallas navales. Cada contrincante desplegaba su flota en hilera, con los mejores barcos en el centro, de los que destacaba el del líder, que navegaba en el mayor navío de todos. Las dos hileras enemigas chocaban frontalmente, y como los barcos vikingos eran incapaces, al contrario de sus homónimos mediterráneos, de embestir con el espolón, la única táctica que usaban para derrotar al contrario era la del abordaje. Antes del mismo, las tripulaciones de los barcos se cubrían con grandes escudos para evitar los proyectiles enemigos, de los que destacaban piedras y flechas.
En tierra, los escandinavos eran más sofisticados. Al desembarcar en territorio enemigo, la primera cosa que hacían los guerreros vikingos era construir un pequeño fuerte. De este modo fortificaban el lugar de desembarco, que era dejado con una pequeña guarnición que podía defender los barcos y suministros en caso de ser atacados por los enemigos. Con esta base asegurada los guerreros se lanzaban a saquear los territorios circundantes, aunque en caso de presencia enemiga militar podían formar una línea de batalla para derrotar a los oponentes.
En la Inglaterra del siglo IX no existían ejércitos capaces de enfrentarse a los temibles vikingos. Por ese motivo, hacia el 860, estos invasores procedentes de Escandinavia empezaron a establecerse en la isla conquistando buena parte del centro.
Por otra parte, aunque Inglaterra fue su principal objetivo, los vikingos también se lanzaron a conquistar otras zonas más lejanas, como Irlanda, el norte del continente Europeo y Rusia. Su espíritu aventurero se hace patente en estas expediciones, y su fama de excelentes guerreros les valió numerosos empleos como tropas mercenarias. Así, los sucesivos príncipes rusos usaban vikingos en sus campañas, y los cedían además a sus aliados.
Un caso especial es el de la guardia personal del emperador bizantino, la Guardia Varega. Debido a las intrigas de la corte de Constantinopla el emperador Basilio II contrató en el siglo IX a 6.000 vikingos, los llamados Portadores del Hacha, que pasaron a formar la élite del ejército durante los siguientes trescientos años.
Fuente:
Breve historia de la guerra antigua y medieval
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