La España que hace daño
La España que hace daño es la España de los revanchistas defensores de "envidias igualitarias", la España asediada por las bolcheviques izquierdas y por los nacionalismos periféricos.
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domingo 31 de julio de 2011
Decadencia intelectual.
El caso es que me estoy leyendo compulsivamente "¿Qué es filosofía? de Ortega y "Persona" de Julián Marías, además de "Cuando fui mortal", una colección de cuentos de Javier Marías (hijo de Julián)
También he comenzado a releer una vez más "La España invertebrada", por aquello de relamerme de placer.
He notado que con Ortega disfruto y me deleito. Su prosa es genial, rica en vocabulario y con un estilo literario claro y seductor. Decía él mismo que la "claridad es la cortesía del filósofo". Sin embargo, Julián Marías es un tanto más aburridillo, pues aunque sus escritos todavía encierran cierta genialidad le falta el gracejo y la jocosidad orteguiana. Sí, decididamente el aventajado discípulo está muy lejos del maestro, pero es que el hijo del discípulo, Javier Marías, es un pestiño y un truñaco literario. ¡Qué prosa más aburrida y qué cuentos más sonsos y penosos!
Pienso, entonces, que la intelectualidad (la élite intelectual se entiende) está en franca decadencia en las Españas. Las nuevas generaciones no están a la altura de sus mayores y creo que será solo cuestión de tiempo que acabemos convertidos en una suerte de lobotomizados vegetales.
Decía Ortega que era un error muy típico español resignarse a no hacer nada y recrearse en las glorias de tiempos pasados; decía que excusábamos nuestra carencia de energía creadora argumentando que ya era imposible superar a grandes figuras como Cervantes, Lope de Vega, Velázquez.Y ante nuestra desidida y fracaso, decía, siempre encontrábamos consuelo en lo que algún día fuimos. Recordé entonces, leyéndole, la frase final de la película Alatriste, cuando tras la derrota en Rocroi, el moribundo capitán insiste en que el joven superviviente recordase al mundo "quiénes fueron".
Sí, los recuerdos son lo único que nos quedan en estas dolorosas Españas: la grandeza de las Navas de Tolosa, la leyenda de el Cid, los RRCC, el descubrimiento y conquista de América... pero ya a principios del SXX señalaba Ortega el vicio tan español de retrotraerse al pasado, recordando al Cid frente a los desastres de Annual, o apelando a la extirpe de Pizarro o Cortés para exorcizar las pérdidas de las últimas colonias americanasLo más triste de todo es que la decadencia intelectual que padecemos va seguida de una decadencia y pérdida de nuestra vitalidad como pueblo.
Ahora somos pacifistas, apañoles que, en palabras de Bono, "preferimos morir antes que matar" ¡hay que joderse!
Pusimos el grito en el cielo cuando Aznar, el bigotudo maloso, les cantó las cuarenta a los moracos en Perejil.
Nunca, como en estas últimas décadas desde que falleciera el Caudillo, los españoles se habían mostrado tan cobardes, resignados, plebeyos y enemigos de la excelencia y el heroismo
La España que hace daño
La España que hace daño es la España de los revanchistas defensores de "envidias igualitarias", la España asediada por las bolcheviques izquierdas y por los nacionalismos periféricos.
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domingo 31 de julio de 2011
Decadencia intelectual.
Este inicio de vacaciones lluviosas y de días nublados me ha obligado a refugiarme en casa y darme a la lectura.
Debería estar prohibido que el Sol dejara de brillar en los días de descanso, pero en fin... c´est la vie!
El caso es que me estoy leyendo compulsivamente "¿Qué es filosofía? de Ortega y "Persona" de Julián Marías, además de "Cuando fui mortal", una colección de cuentos de Javier Marías (hijo de Julián)
También he comenzado a releer una vez más "La España invertebrada", por aquello de relamerme de placer.
He notado que con Ortega disfruto y me deleito. Su prosa es genial, rica en vocabulario y con un estilo literario claro y seductor. Decía él mismo que la "claridad es la cortesía del filósofo". Sin embargo, Julián Marías es un tanto más aburridillo, pues aunque sus escritos todavía encierran cierta genialidad le falta el gracejo y la jocosidad orteguiana. Sí, decididamente el aventajado discípulo está muy lejos del maestro, pero es que el hijo del discípulo, Javier Marías, es un pestiño y un truñaco literario. ¡Qué prosa más aburrida y qué cuentos más sonsos y penosos!
Pienso, entonces, que la intelectualidad (la élite intelectual se entiende) está en franca decadencia en las Españas. Las nuevas generaciones no están a la altura de sus mayores y creo que será solo cuestión de tiempo que acabemos convertidos en una suerte de lobotomizados vegetales.
Decía Ortega que era un error muy típico español resignarse a no hacer nada y recrearse en las glorias de tiempos pasados; decía que excusábamos nuestra carencia de energía creadora argumentando que ya era imposible superar a grandes figuras como Cervantes, Lope de Vega, Velázquez...
Y ante nuestra desidida y fracaso, decía, siempre encontrábamos consuelo en lo que algún día fuimos. Recordé entonces, leyéndole, la frase final de la película Alatriste, cuando tras la derrota en Rocroi, el moribundo capitán insiste en que el joven superviviente recordase al mundo "quiénes fueron".
Sí, los recuerdos son lo único que nos quedan en estas dolorosas Españas: la grandeza de las Navas de Tolosa, la leyenda de el Cid, los RRCC, el descubrimiento y conquista de América... pero ya a principios del SXX señalaba Ortega el vicio tan español de retrotraerse al pasado, recordando al Cid frente a los desastres de Annual, o apelando a la extirpe de Pizarro o Cortés para exorcizar las pérdidas de las últimas colonias americanas.
Lo más triste de todo es que la decadencia intelectual que padecemos va seguida de una decadencia y pérdida de nuestra vitalidad como pueblo.
Ahora somos pacifistas, apañoles que, en palabras de Bono, "preferimos morir antes que matar" ¡hay que joderse!
Pusimos el grito en el cielo cuando Aznar, el bigotudo maloso, les cantó las cuarenta a los moracos en Perejil.
Nunca, como en estas últimas décadas desde que falleciera el Caudillo, los españoles se habían mostrado tan cobardes, resignados, plebeyos y enemigos de la excelencia y el heroismo.
Claro que hay que recordar el pasado, pero para proyectarnos orgullosos y altivos hacia el futuro, para acometer el constante quehacer que es la vida con energía y vitalidad, y no para resignarnos cobardemente a un triste y patético final.
Saludos y ¡Arriba España!
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